José, un andaluz en paro, camina estos días por las carreteras de la comarca en su travesía para reivindicar el derecho al trabajo digno
José lleva acumulados más de trescientos kilómetros en sus piernas, pero carga sobre su espalda un peso mucho mayor, el de la realidad laboral de un país al que la crisis ha sacudido los cimientos, arrojando un saldo de más de cuatro millones de personas sin empleo. José no ha logrado escapar a las fauces de esta amarga realidad, y hace tiempo que está en paro, mucho tiempo, demasiado. Por eso, el pasado 18 de octubre decidió dejar tras de sí a su mujer y sus dos hijos y recorrer a pie los casi seiscientos kilómetros que hay desde Mairena del Alcor, en Sevilla, donde han quedado los suyos, hasta Madrid, residencia principal de la clase política española, con un solo objetivo: reivindicar que el trabajo digno sea un derecho para todos.Con la única compañía de una mochila en la que acarrea tres mudas, José ha recorrido prácticamente la mitad del camino, pero se ha encontrado en su travesía con un enemigo no por esperado menos incómodo: la lluvia. El pasado viernes, este andaluz abandonó su tierra y se adentró en el Valle de Alcudia. Llegó a Fuencaliente, donde descansó para afrontar un fin de semana que ha significado un punto y seguido en su camino. El sábado, bajo un inclemente aguacero, completó el trayecto entre Fuencaliente y Brazatortas, peroSeiscientos kilómetros, un deseo el agua que le golpeó durante todo el viaje hizo mella en la costra en la que ha envuelto su nostalgia, la añoranza que siente ante los suyos, y le obligó a retroceder. Ayer tenía previsto cubrir el trayecto entre Brazatortas y Puertollano, pero se vio empujado a retroceder, con la ayuda de un amigo, compañero incansable de viaje, hasta Cardeña, donde aprovechó para descansar y para curarse las heridas de los pies, porque un viaje así no deja llagas solamente en el alma. Hoy intentará volver al punto en elque lo dejó y alcanzar la ciudad industrial. Si no lo consigue hoy, lo hará mañana, o pasado, porque su lucha no tiene plazos.
«Voy bastante bien, he conseguido subir el puerto y ahora lo estoy bajando con buen ritmo, pero voy calado hasta los huesos, y no sé si podré seguir más allá de Brazatortas», confesaba a La Tribuna el pasado sábado, sin intención aún de rendirse a la evidencia de que la lluvia aconsejaba el descanso. «Llegamos a Brazatortas, pero la lluvia empapó la ropa que llevaba puesta y la que llevaba en la mochila, así que un compañero me ha ayudado a retroceder hasta Cardeña», explicaba, vía teléfono, en la mañana de ayer. Un alto en el camino que no ha conseguido erosionar la moral: «mañana -hoy para el lector- volveré al punto donde lo dejé para seguir mi camino», afirmaba, algo más animado, en el día de ayer.
La aventura de José llegó a la región justo un día después de que los datos del desempleo ofrecieran un mínimo respiro para los castellano-manchegos, un suspiro que no pudo ser generalizado. En su comunidad autónoma, Andalucía, fueron 25.000 las personas que perdieron su puesto de trabajo. Aquí, en Castilla-La Mancha, el paro bajó en 16.900 personas, un descenso apenas significativo dentro del magma provocado por la crisis económica que sigue azotando todos los sectores económicos del país.
José quizá no lo sepa, pero en su trayecto hacia Madrid va a atravesar uno de los puntos candentes de la realidad actual en materia de empleo en la comarca: el enclave minero de Puertollano. En su llegada a la ciudad industrial, a su derecha, dejará las minas a cielo abierto de Encasur, que siguen pendientes de la resolución del conflicto del carbón, un asunto que parecía aparcado con la aprobación de la Comisión Europea a la aplicación del Real Decreto del Carbón Nacional, y que podría abrir una ventana a la esperanza con la proposición del PSOE en Europa de ampliar las ayudas a las minas no competitivas hasta el año 2020. De la esperanza al desasosiego apenas pasaron unas horas, las que tardaron los titulares en escupir la parálisis recomendada por el Tribunal de la Unión Europea de Luxemburgo ante la puesta en marcha de este Real Decreto, debatido hasta en tres frentes distintos por recursos de compañías eléctricas y la Xunta de Galicia.
No será una circunstancia extraña. Mientras José cruza media España, a un lado y a otro descubrirá un montón de conflictos laborales, todos secundados por la feroz sombra del desempleo. Por eso, además de ropa, ahora mojada, y un grito desesperado, José lleva en la mochila el deseo de todos de que el trabajo se garantice como un derecho para los españoles, que ven cómo día tras día la guerra de cifras esgrimidas entre los principales partidos políticos no ayudan a paliar una situación insoportable ante la que, en muchas ocasiones, no queda más remedio que caminar. Un paso tras otro, un metro tras otro, un kilómetro tras otro. José, estos días, tiene en la comarca de Puertollano su casa, y es un ser dividido en tres. Camina por el entorno de la localidad industrial mientras su mente piensa trescientos kilómetros más allá, en Madrid. Su corazón, no obstante, está trescientos kilómetros más atrás, con los suyos, en Mairena del Alcor.
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